El nombre de éste blog responde a una frase del Dr. Enrique Pichón Riviere, padre de la Psicología Social en Argentina.
martes, 24 de noviembre de 2009
Autoestima y estado de ánimo
Alfonso Aguiló www.interrogantes.net
Puede ser falso pero no se admite Cuando alguien se encuentra desanimado, se ve peor a sí mismo, y eso suele llevarle a un menor aprecio hacia sí mismo. Autoestima y estado de ánimo suelen ascender o descender de modo paralelo.
Una autoestima demasiado baja suele generar actitudes de frecuente desánimo, de no atreverse a casi nada, de desarrollar poco las propias capacidades y ver casi todo como inasequible. Con esa actitud, la derrota viene dada de antemano, antes de entrar en batalla, por esa injustificada infravaloración de uno mismo.
Cuando esa baja autoestima ha arraigado de modo profundo en una persona, hacerle comprender su error no será tarea fácil. Les cuesta mucho admitir cualquier valoración positiva de uno mismo, y cuando otras personas intentan hacérselo ver, con frecuencia lo interpreta como halagos infundados, simples cumplidos de cortesía, o bien como un ingenuo desconocimiento de la realidad, o incluso un intento de tomarle el pelo.
Que vayan de acuerdo con la verdad ¿Es bueno entonces tener una alta autoestima, cuanta más mejor? Sí, si se enfocan bien las cosas. Pero si tener una alta autoestima lleva a pensar sólo en uno mismo, a valorarse más de lo que se vale, o a un exceso de comprensión con uno mismo, a ser egoísta y engreído, etc., es evidente que eso sería malo. En ese sentido, podría decirse que tanto la baja autoestima como la excesivamente alta son destructivas para la personalidad y psicológicamente insanas.
Los sentimientos de culpa, o de vergüenza, o de insatisfacción ante algo que hemos hecho o dejado de hacer, no son sentimientos buenos ni malos de por sí. A veces serán muy necesarios, puesto que habrá cosas que haremos mal y de las que es bueno que nos sintamos culpables y avergonzados; otras veces serán inadecuados, porque nos atormentan de modo patológico y tienen un efecto destructivo y contraproducente. Se trata de sentimientos que, como todos, deben tener medida y adecuación a su causa.
Madurez y peso propio A medida que una persona va madurando y adquiriendo solidez, su nivel de autoestima se irá haciendo más estable, gracias a un mejor conocimiento de sí misma y a poseer criterios más sólidos a la hora de encontrar motivos de propia estimación. Ya no es tan fácil que una opinión favorable o desfavorable, o un sencillo acierto o error, una buena o mala noticia, ocasionen fuertes oscilaciones en su estado de ánimo o su autoestima.
También es importante aceptar con el modelo de vida a que uno aspira. Por ejemplo, el éxito social o profesional no bastan para garantizar la autoestima; si ciframos el ideal de persona valiosa y respetable en ser capaz de alcanzar grandes resultados económicos o de reconocimiento social, dejando al margen otros criterios más sólidos, es fácil que las cosas no nos vayan bien, tanto si conseguimos esos logros como si no. De hecho, hay una constante comprobación de que si los modelos de éxito se reducen a sólo una parte de la vida y no a su conjunto, al final no se quedan satisfechos de esos éxitos ni siquiera los pocos que llegan a conseguirlos.
Pero siempre grandes ideales Está claro que tampoco se trata de rebajar los ideales para evitar las decepciones. Sería un camino fácil y equivocado. Es la estrategia del escepticismo vital, en la que se apagan los sentimientos de sana emulación y se enaltece, por el contrario, la falta de ideales y la mediocridad. Rebajar los ideales y decir que todo da igual, o que hoy día todo el mundo va a lo suyo y ya está, son actitudes que no conducen a nada bueno.
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ESTADOS DE ANIMO
viernes, 20 de noviembre de 2009
LEALTAD
Probablemente nadie entienda mejor la lealtad que aquel a quien le han traicionado alguna vez. Todos esperamos la lealtad de los demás.
A nadie le gusta ser traicionado, o saber que un amigo habló mal de nosotros. Por supuesto que nos parece terrible cuando, tras muchos años de trabajar en un empresa, somos despedidos sin pensar en todos los años que le invertimos. Detectar la lealtad (o deselaltad) en los demás es fácil, pero ¿Cómo estoy viviendo yo la lealtad? ¿Realmente sé qué es? ¿Qué esperan los demás de mí?La lealtad es un corresponder, una obligación que se tiene al haber obtenido algo provechoso.
Es un compromiso a defender lo que creemos y en quien creemos. Por eso el concepto de la lealtad se da en temas como la Patria, el trabajo, la familia o la amistad. Cuando algo o alguien nos ha dado algo bueno, le debemos mucho más que agradecimiento.La lealtad es un valor, pues quien es traidor se queda solo. Debemos ser leales con aquello que nos ha ayudado un amigo que nos defendió, un país que nos acoge como patria, una empresa que nos da trabajo. La lealtad es defender a quien nos ha ayudado, "sacar la cara". Cuando somos leales, logramos llevar la amistad y cualquier otra relación a su etapa más profunda. Todos podemos tener un amigo superficial, o trabajar en un sitio simplemente porque nos pagan. Sin embargo la lealtad implica un compromiso que va más hondo es el estar con un amigo en las buenas y en las malas, es el trabajar no solo porque nos pagan, sino porque tenemos un compromiso más profunda con la empresa en donde trabajamos, y con la sociedad misma.
La lealtad es una llave que nos permite tener auténtico éxito cuando nos relacionamos. La lealtad es un valor que no es fácil de encontrar. Es, por supuesto, más común aquella persona que al saber que puede obtener algo de nosotros se nos acerque y cuando dejamos de serle útil nos abandona sin más.
Es frecuente saber que alguien frecuenta un grupo contrario porque le da más beneficios. Y lo que acaba ocurriendo es que nadie confía en ese tipo de personas. Podemos ver como actitudes desleales- Las críticas que se hacen de las personas, haciendo hincapié en sus defectos, lo limitado de sus cualidades o lo mal que hacen su trabajo.- Hablar mal de nuestros jefes, maestros o de las instituciones que representan.
- Divulgar las confidencias que se nos han hecho.
- Quejarnos del modo de ser de alguien y no ayudarlo para que se supere.
- Dejar una amistad por razones injustificadas y de poca trascendencia, como el modo de hablar, vestir o conducirse en público.
- El poco esfuerzo que se pone al hacer un trabajo o terminarlo.
- Cobrar más del precio pactadoComo vemos, la Lealtad se relaciona estrechamente con otro Valores como la Amistad, el Respeto, la Responsabilidad y la Honestidad entre otras.
No basta contradecir las actitudes desleales para ser Leal, es necesario detenernos a considerar algunos puntos
- En toda relación se adquiere un deber respecto a las personas. Como la confianza y el respeto que debe haber entre padres e hijos, la empresa con los empleados, entre los amigos, los alumnos hacia su escuela…
- Es necesario reconocer los valores que representan las instituciones o aquellos que promueven las personas con sus ideas y actitudes. Nunca será buena idea que una persona que se preocupa por vivir los valores, trabaje en un lugar donde se hacen fraudes o impera la corrupción.
- Se deben buscar y conocer los valores permanentes para cualquier situación, de otra forma se es "leal" mientras se comparten las mismas ideas. La persona que convive en un ambiente de diversión malsana y excesos, pronto se alejará y comenzará a hablar mal de aquellos que dejaron de participar de sus actividades.
- La Lealtad no es consecuencia de un sentimiento afectivo, es el resultado de una deliberación mental para elegir lo que es correcto. El mentir para encubrir las faltas de un amigo (en la casa, el trabajo o la escuela) no nos hace leales, sino cómplices.
http://www.fiestadelavida.org
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martes, 17 de noviembre de 2009
LA IMPORTANCIA DE CERRAR HERIDAS Y ABRIR PUERTAS
Ps. Paulo Daniel Acero Rodríguez
Investigador Principal Grupo Muerte y Duelo en el Contexto Colombiano, Universidad Manuela Beltrán
Director Científico Fundación Vida por Amor a Ellos
El desarrollo humano es uno de los temas centrales de organismos internacionales como las Naciones Unidas y preocupación de primer orden de los líderes mundiales, pues se entiende que no se puede separar el desarrollo económico, tecnológico y social del desarrollo de los seres humanos. Si se tienen los mejores recursos y desarrollos, pero los seres humanos se estancan, están inermes, se perciben incapaces y se resignan como si estuvieran fosilizados psicológica, emocional y espiritualmente, tendremos un futuro poco prometedor.
Desde esta reflexión, se asume que lo que garantizará un mundo mejor a las generaciones venideras, no es solo que se superen las brechas económicas y las inequidades sociales (lo cual no implica no sea una necesidad urgente), sino que se trabaje por seres humanos que, convencidos de que son superiores a aquello que les sucede, acepten el reto que la vida les hace, miren al futuro con esperanza y que tengan la determinación de abandonar la posición victimista de quedarse culpando enteramente al pasado o al presente, por su actualidad difícil y por su futuro incierto.
Si bien no se puede desconocer que los faltantes económicos, afectivos y económicos hacen mella en el ser humano en crecimiento ( y aún en aquellos que, presuntamente, ya dejaron de crecer – hasta en el proceso de la muerte hay aprendizajes y crecimientos-), tampoco se puede ignorar lo que la historia nos muestra en innumerables casos en los cuales quedan en evidencia seres humanos que han superado esos faltantes y han desarrollado estrategias de afrontamiento y características que les permite, no solamente resistir los embates de la tragedia y la adversidad, sino adoptar posiciones flexibles para reacomodarse y, aún más, crecer a partir del evento adverso, a la manera del águila que usa el viento contrario para remontarse más en las alturas.
Desde nuestra experiencia, uno de los obstáculos más grandes para crecer y desarrollarnos como seres humanos, consiste en la imposibilidad para cerrar heridas y abrir puertas para avanzar al futuro.
CARACTERÍSTICAS DE QUIENES NO HAN CERRADO HERIDAS:
- Quienes no han cerrado heridas suelen ser personas temerosas del futuro y, con frecuencia, tienen a flor de labios un “pero es que...”, un “y que tal que...” o un “este no es el momento para...”, es decir, buscan continuos justificantes para la no acción, para el no avance.
- Quienes no han cerrado heridas, no solamente pasan por la vida “mirando por el espejo retrovisor” sino que tienen como patrón de comportamiento señalar que lo que otros hicieron o dejaron de hacer en pasados años, días o meses, es la causa directa de que ellos no hayan podido alcanzar sus sueños. No dudan en señalar a otros como responsables de lo que a ellos les sucede. En términos más psicológicos, son personas con locus de control externo.
- Quienes no han cerrado heridas, con frecuencia, viven en función de criticar a los demás y no son capaces de reconocer los logros de otros y de dar crédito a que los mismos se deben a la inteligencia, entereza o habilidades de ellos, sino que pregonan que lo que los demás han obtenido ha sido producto de la suerte, del destino, de las influencias o. inclusive, de las trampas o artimañas utilizadas.
- A quienes mantienen heridas abiertas, les cuesta mucho “gozarse con los que se gozan” y les es difícil felicitar sinceramente a otros por sus avances y conquistas.
- Las personas que tienen heridas emocionales sin cerrar, buscan que los demás los compadezcan por “la vida tan dura que les ha tocado” y encuentran satisfacción en que se les diga: “antes no estas más mal”, es decir, adoptan una posición de víctimas y les encantan las políticas asistencialistas de las personas y de los gobiernos.
- Quienes tienen heridas sin sanar, tienen temor a establecer relaciones serias de pareja y por ello son superencantadores cuando las relaciones se mantienen en lo superficial, pero, a medida que se les pide asumir compromisos, o que ven que las relaciones van tomando visos de madurez, provocan situaciones que lleven a la ruptura.
- Cuando alguien no ha cerrado bien sus heridas, se deja dominar por el temor de dejar la casa paterna, y en los casos en que se atreven a dejarla solo lo hacen físicamente, pues no ponen limites a las relaciones permitiendo o invitando a sus padres a que tomen parte de las decisiones al interior de la pareja como por ejemplo: dónde vivir, como decorar, cuando y cuantos hijos tener, entre otros.
- Si no han cerrado adecuadamente sus heridas, cuando son padres, estas personas se interponen continuamente en las relaciones sociales y amorosas de sus hijos, manifestando que ninguna persona “da la talla” de los que su hij@ merece.
- Quienes tienen heridas sin cerrar, pueden llegar al extremo de enfermar a sus propios hijos para obtener ganancias secundarias, como por ejemplo, asegurarse compañía (Síndrome de Munchausen)
- Cuando una persona no ha cerrado sus heridas, ante la muerte o separación de un ser querido, suele hacer duelos complicados porque cree que ellos le dejaron el mandato de que, la única manera de demostrarles que si fueron queridos, es que jamás vuelvan a ser felices y, en consecuencia suelen sentirse mal por sentirse bien.
- Quienes no han realizado el proceso de cerrar sus heridas, “no se alegran, pero sienten un fresco” cuando otros fracasan, pues ello les hace sentirse mejor dado que “es bueno confirmar que somos los únicos caídos en desgracia…”.
Por otro lado; quienes han realizado el proceso intra e interpersonal que permite cerrar heridas, se colocan en disposición para poder, sin ningún lastre, realizar el proceso de abrir puertas.
CARACTERÍSTICAS DE QUIENES ABREN PUERTAS:
- Quienes abren puertas para si y para otros, reconocen, tanto con la razón como con la emoción, que las partidas y las separaciones son inherentes al hecho de estar vivos.
- Las personas que han dado el paso para abrir puertas, se dan el permiso de llorar cuando experimentan alguna tristeza, pues reconocen que las lágrimas son una respuesta natural a la aflicción.
- Los que se colocan en posición de abrir puertas, no temen mostrarse vulnerables, de manera que pueden hablar con otros de sus temores y vacíos, dándose la posibilidad de recibir expresiones de apoyo y compañía.
- Quienes abren puertas, reconocen que hay cosas que no se pueden manejar solos y, en consecuencia, se permiten buscar ayuda.
- Las personas que cerraron sanamente sus heridas y abren puertas, prefieren abrazar a otros que abrazarse a la pena.
- Quienes abren puertas son capaces de reconocer y expresar sus emociones, pues comprenden que no hay emociones buenas ni malas sino emociones expresadas adecuada o inadecuadamente y que el mayor problema es no darle palabras al dolor, pues cuando esto no se hace el cuerpo habla a través de las enfermedades.
- Quienes han determinado permitir que sus heridas cierren, a pesar de lo doloroso del proceso, y abren nuevas puertas, construyen un recuerdo agradecido de las personas que les acompañaron por algún momento, largo o breve de la vida, pues comprenden que cada persona que nos acompaña en el camino de la vida trae una lección que no debe ser desestimada.
- Los seres humanos que abren puertas generan para si y ayudan a otros a generar identidades diferenciadas, pues saben que obligar a otros a cumplir los sueños propios, equivale a impedir que ellos realicen los suyos.
- Para estar en el grupo de quienes abren puertas, hay que tomar la determinación de no reprobar el curso en el que nos inscriben quienes se separan de nuestro lado, y se disponen a integrar la experiencia vital de la pérdida y construir sentido a partir de la experiencia compartida y la nueva etapa que viene con toda pérdida.
Mediante este escrito, la pretensión es que nos cuestionemos sobre que la posición que estamos asumiendo ante la vida y lo que ella nos coloca como tarea. ¿Estamos aún en el lado de los que mantienen sus heridas sin cerrar y sin sanar? o ¿ya estamos realizando las acciones necesarias para ser de aquellos que abren puertas para si y para otros? Tal vez este momento del año es una excusa perfecta para darnos a la tarea de entrar en el próximo más sanos y sin ataduras que nos amarren a lo que nos hicieron a dejaron de hacer en el pasado o a lo que nos dijeron o dejaron de decir; pero también para hacer lo que corresponda para reparar las heridas causadas a otros por lo que hicimos o dejamos de hacer o por lo que dijimos o dejamos de decir.
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